martes, 17 de diciembre de 2013

Humano, demasiado Humano - Abismos de la memoria

Pensar después de Auschwitz ... "Al principio uno no termina de creer lo que está viendo. Piensa que tal vez sea un falso documental, un ingenioso producto que se plantea jugar con el espectador. Pero no, no es falso. Lamentablemente para la condición humana, es un ingenioso y valiente testimonio de hasta donde se puede llegar, en el mal sentido claro." 


En 1965 el gobierno de Indonesia fue derrocado por un golpe militar. En menos de un año y con ayuda de occidente, más de un millón de "comunistas" fueron asesinados. El ejército utilizó a los paramilitares y gangsters para las matanzas. Estos hombres están en el poder y son los protagonistas de esta película que nos hace entender o, quizás no llegar a entender, como funciona el mundo. (...)

En The Act of Killing conocemos a los gangsters. Ellos hablan con el director del documental y le dicen Josh. Pareciera que están a su entero servicio. Sin embargo, pronto nos damos cuenta que en realidad, lo único que les interesa es hacer su propia película "al estilo Hollywood". Porque The Act of Killing es una propuesta de documental, absolutamente original. El director les propone a los gangsters, que para que mejor se entienda lo que hicieron allá en el 65, hagan un film, y la documentación de ese proceso y sus consecuencias, es el propio documental que recomendamos hoy. Cine dentro del cine; la influencia del aparato cinematográfico de Hollywood en el mundo para bien o, en este caso, para mal.



Los dos personajes principales del documental son Anwar Congo y Herman Koto. Ellos se jactan de haber matado a miles de personas, a miles de "comunistas"; ellos muestran en varias oportunidades las distintas formas de matar a los oponentes; ellos actúan de ellos mismos y también de sus víctimas; ellos se visten como gangsters y hablan de Pacino; ellos miran el material que filmaron y reflexionan sobre ello. Pero también en el documental que filma como ellos filman su película reivindicatoria de las atrocidades, Oppenheimer nos acerca a la actualidad de Indonesia, a como la agrupación "Pancasila" de la que forman parte Anwar y Herman entre otros 3 millones, sigue con sus actividades, y es reverenciada en programas de televisión. Conocemos a los líderes, a sus maniobras mafiosas en los mercados cobrando coimas, a otros miembros de la opulenta clase dirigente que se vanaglorian de sus colecciones de animales salvajes embalsamados y a la cómplice prensa del genocidio. Claro que la forma que amalgama este contenido es realmente sugerente, apabullantemente salvaje y de visionado incómodo. Tuve que verla en dos partes; a veces pareciera que es demasiado, que el corazón y la cabeza no aguantan más; sin embargo, aparece la necesidad de tener que terminarlo y aconsejo que lo hagan, porque la película, en su ambiciosa cantidad de preguntas que se hace, hay una en particular que sin duda conmueve y genera el aplauso. Son creo los mejores momentos, en los que se consolida el personaje Anwar Congo y a su vez se va transformando en persona; una persona horrenda si, que poco a poco va empezando a mostrar dudas sobre sus heroicas atrocidades.

Hay una escena en la que los gangsters recrean una matanza en una pequeña aldea. Los habitantes de la misma personifican a las víctimas. Las imágenes son crudas aunque sabemos que nadie muere, es tan sólo una representación, es tan sólo una película como decía Hitchcock. Sin embargo, algunas mujeres y una niña, lloran desconsoladamente. Anwar y los suyos parecen darse cuenta de que se les fue la mano en la puesta en escena. Tal vez, Anwar se está empezando a dar cuenta de sus acciones del pasado. Viendo a este personaje y a otros que pueblan el metraje, me acordé del Capitán Scilingo y de su confesión sobre los asesinados arrojados al Río de La Plata. Pero también hay otros que no presentan remordimiento alguno y se acercan a Videla en ello. Están convencidos de lo necesaria que fue la tarea y generan no pocas preguntas acerca de las acciones de los gobiernos y de la justicia internacional que nunca llega.

El diálogo permanente entre el cine y la realidad es otro de los aciertos de este film. Una gran pregunta sobrevuela todo el tiempo: ¿es el cine, y especialmente el cine de hollywood, influencia en los comportamientos de la gente? ¿Hay algo de la violencia exacerbada y proclamada de muchas de sus películas que se traslada a las mentes de personas y gobiernos? No tengo una postura final o determinante al respecto. Al ver esta cinta o la también reciente The Dirties, me pregunto cúanto de todo ese aparato (que muchos dicen complementa al armamentista de los EE.UU) se filtra en las mentes y en los corazones de los habitantes del mundo que día a día consumen su cine por cientos de millones. Realmente todavía no lo se. Ver The Act Of Killing es casi una obligación y al mismo tiempo una necesidad para poder llegar a obtener una respuesta."

Por Mariano Benito


"En la breve introducción a The Act of Killing que su joven director, Joshua Oppenheimer, ofreció en el pasado festival SXSW antes de su proyección en el Alamo Drafthouse Cinema de Austin, lo más importante fue el permiso que concedió a los espectadores para reír cuando lo pidiese el cuerpo. Sin censuras. El aviso a navegantes puede que suene excéntrico, pero es una necesaria absolución preventiva para cada una de las muchas veces que no se puede refrenar la carcajada mientras se ve este documental sobre asesinos en masa en la Indonesia de los años 1960.

Con un estilo visual que podríamos considerar loquísima mezcla entre Quentin Tarantino, Pedro Almodóvar y Apichatpong Weerasethakul, y heredero de Werner Herzog -que produce la cinta-, Oppenheimer ha creado una magnífica obra documental que ha cosechado desde dicho estreno numerosos premios, incluyendo el Primer Premio y el Premio del Público de Documenta Madrid, y que aspira a ser el Searching for Sugar Man de esta temporada (ambas traídas a España por Avalon, por cierto: enhorabuena).

La premisa de la película es jugosa. En 1965, el gobierno indonesio del dictador Suharto llevó a cabo una persecución contra el comunismo que dejó un millón de muertos en el país asiático. Esas matanzas fueron perpetradas por mercenarios, por bandas de gánsteres sin inclinaciones ideológicas.

En The Act of Killing, Oppenheimer pide a algunos de ellos, héroes en sus entornos cotidianos, que recreen escenas de esas ejecuciones para una película y graba el proceso de producción, a modo de making of.
Lo que de entrada suena brutal, macabro y salvaje deriva en un acercamiento al misterio del mal que en ocasiones parece un mockumentary por la extravagante ingenuidad de sus protagonistas y el juego entre realidad y ficción con el que se despliega la historia.

Oppenheimer vivió en el país asiático y descubrió con sorpresa que uno de sus vecinos había llevado a cabo cientos de ejecuciones. Quería hacer un documental sobre el tema, pero se dio cuenta de que si quería hacerlo de una forma segura tendría que enfocarlo desde la mirada de los asesinos, sin contar con grupos de derechos humanos o supervivientes.


"Esperaba asesinos y me encontré gente ordinaria a la que puedes querer y por la que te puedes preocupar", explicaba Oppenheimer. Ordinarios como Anwar Kongo, el principal protagonista y motor de la historia. Se nos presenta al inicio del filme como un tipo dicharachero y normal, que cuenta lo que hizo sin convertirlo en una hazaña, pero con la candidez de quien siente que hacía lo que tenía que hacer.

Esa candidez que es crudeza a la hora de confesar la mecánica para asesinar -the act of killing-, la galería de personajes que acompaña al protagonista y que en ocasiones roza lo freak, y algunos toques de surrealismo en la puesta en escena de la historia que se rueda dentro de la historia, difuminan los contornos de la realidad y permiten que el espectador pueda distanciarse hasta la risa. Y, sin embargo, tras esa rara embriaguez el balance emocional es estupor y turbación.

A medida que avanza está "especie de anticatársis" para Kongo vamos penetrando en ese misterio, el de "esa completa fantasía de un mundo dividido en malos y buenos, la moral Star Wars", como etiqueta el cineasta tejano.

"La verdad, lo que lamento... Nunca pensé que iba a parecer tan horrible", dice Kongo casi al final de la película, cuando Joshua le muestra el montaje de la recreación de la masacre en un pueblo indonesio que fue borrado del mapa. No era consciente del destino de ese viaje que comenzó tan ufano.

Uno de sus compadres en el crimen, casado y con dos hijas, al que convoca para grabar algunas escenas, es más consciente de lo que aquello puede suponer y se muestra remiso a rodar, critica que lo hagan, confiesa que no le da vueltas al tema y que eso le ha permitido dormir con la conciencia tranquila.

"Lo que se considera crimen de guerra está definido por los vencedores", replica cuando la cámara le pregunta si no es consciente de que aquello que considera era un deber puede llevarle a La Haya. "Que me lleven", desafía.

"Esto no es lo característico de la Pancasila Youth [juventud paramilitar al servicio del Estado], como si nos gustase beber sangre", justifica en el set de rodaje de la citada masacre el ministro de Juventud y Deporte, que ha acudido a apoyar el rodaje pero que parece también darse cuenta al verse desde fuera lo que están haciendo. "Debemos exterminar a los comunistas, pero debemos aniquilarlos de una manera más humana", dice con toda llaneza.

"¿He pecado... y todo esto vuelve ahora a mí? Espero que no", dice el asesino
"Si queremos prevenir con seriedad que nos matemos unos a otros, tenemos que mirar a los motivos de la violencia frente a frente", defiende Oppenheimer. "¿He pecado... y todo esto vuelve ahora a mí? Espero que no", dice Kongo, cuyo personaje hubiera sido de imaginar por un guionista. "Sé que estaba equivocado, pero tenía que hacerlo".


Gracias a The Act of Killing se habla por primera vez abiertamente en Indonesia de este crimen masivo, gracias a proyecciones clandestinas o reducidas, ya que la censura no permitiría la proyección de un documental cuyo rodaje fue convirtiéndose en algo cada vez más peligroso y en cuyos créditos hay varias decenas de miembros del equipo técnico que están acreditados como "anónimos". 

No es este un acto de denuncia al uso (pero lo es, por muchas carcajadas que el espectáculo provoque, y prueba de ello es que los supervivientes de la matanza son los primeros que quieren distribuir la película en Indonesia). Es, sobre todo, "cómo un régimen de terror se imagina a sí mismo", en palabras del propio director."

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