domingo, 26 de julio de 2015

La ciencia que desmanteló Franco - Manuel Ansede

“Al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia”, sentenció Santiago Ramón y Cajal, único científico 100% español que ha ganado un premio Nobel. El investigador recibió el galardón en 1906 por descubrir las neuronas del cerebro y un año después predicó con el ejemplo y se transformó en el carretero del país: se puso al frente de la nueva Junta para Ampliación de Estudios (JAE), una institución que pagaba a los mejores científicos españoles estancias en las grandes universidades europeas y americanas.

La JAE contribuyó al florecimiento de la Edad de Plata de las letras y las ciencias en España durante el primer tercio del siglo XX. Hasta el físico Albert Einstein aceptó dirigir una cátedra extraordinaria en la Universidad Central de Madrid en 1933. Pero el golpe de Estado de 1936 y la Guerra Civil barrieron este progreso. El 8 de diciembre de 1937, el general Francisco Franco disolvió la JAE y creó otra institución para colocar la “vida doctoral bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María”.

El libro Enseñanza, ciencia e ideología en España (1890-1950), editado por la Diputación de Sevilla y Vitela Gestión Cultural, repasa ahora el desmantelamiento de la ciencia en España ejecutado por la dictadura franquista. “A los que estudiamos en la Universidad española entre finales de los sesenta y principio de los setenta nos hacían creer que antes de 1940 la ciencia estaba atrasada y fue casi inexistente, que todo lo que se estaba haciendo entonces provenía del actual régimen, el cual había puesto los medios materiales y las personas adecuadas para que la ciencia española progresara y saliera del atraso en que se encontraba en la década de 1930. Pero nada más lejos de la realidad”, reflexiona el historiador Manuel Castillo, catedrático emérito de Historia de la Ciencia en la Universidad de Sevilla y coautor del libro.

De los 580 catedráticos que había, 20 fueron asesinados, 150 expulsados y 195 se exiliaron, señala el historiador Manuel Castillo

Castillo recuerda que José Ibáñez Martín, ministro de Educación entre 1939 y 1951, asumió la decisión de “recristianizar la sociedad”. La represión vació la universidad. De los 580 catedráticos que había, 20 fueron asesinados, 150 expulsados y 195 se exiliaron, señala Castillo. “La Iglesia supervisó o participó en cada una de estas denuncias”, afirma.

Uno de los primeros en huir fue el físico Blas Cabrera, un experto en magnetismo que había sido elegido miembro de la Academia de Ciencias de París en sustitución del fallecido Svante August Arrhenius, premio Nobel de Química. “A México llegaron medio millar de médicos e investigadores de ciencias biomédicas”, prosigue Castillo. También escaparon grandes figuras de las ciencias naturales, como Ignacio Bolívar, sucesor de Ramón y Cajal al frente de la JAE en 1934, y Odón de Buen, pionero de la oceanografía en España y un divulgador de la ciencia cuyos libros fueron prohibidos por el papa León XIII por defender las teorías de Darwin.

Las matemáticas españolas perdieron a Luis Santaló, uno de los padres de la Geometría Integral, que se exilió en Argentina y continuó investigando en la Universidad de Buenos Aires. En 1983, con 72 años, recibió el premio Príncipe de Asturias de investigación científica. La química también se resintió. Antonio García Banús, catedrático de Química Orgánica en la Universidad de Barcelona, se exilió en Colombia y allí creó la Escuela de Química en la Universidad de los Andes, en Bogotá. Enrique Moles, autoridad mundial en la determinación de los pesos atómicos, también fue depurado, como firmante del manifiesto “Contra la barbarie fascista” publicado tras el bombardeo aéreo de Madrid.

El CSIC nació para buscar “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruida en el siglo XVIII”

Son solo algunos de los ejemplos que aparecen en Enseñanza, ciencia e ideología en España (1890-1950), cuyo segundo autor es Juan Luis Rubio, profesor de Historia de la Educación en la Universidad de Sevilla. El Decreto del 8 de noviembre de 1936, dictado por Franco en Salamanca, había ganado. Era una orden de eliminar “las ideologías e instituciones disolventes, cuyos apóstoles han sido los principales factores de la trágica situación a que fue llevada nuestra Patria”.

Sobre las cenizas de la JAE, y bajo la batuta de José María Albareda, miembro del Opus Dei más tarde ordenado sacerdote, se creó en 1939 el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Albareda propuso en un primer momento que se denominase Nacional en lugar de Superior, pero en cualquier caso el CSIC nació para intentar “la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruida en el siglo XVIII”, según la ley que lo creó el 24 de noviembre de 1939.

Aquel texto criticaba la supuesta “pobreza y paralización” de la ciencia en España durante el primer tercio del siglo XX. Franco decretaba el olvido de la JAE, una falta de memoria que se repitió de manera sorprendente en 2014, en el 75 aniversario del CSIC, cuando el organismo pasó de puntillas por su pasado de exilios y depuraciones en los actos de celebración. El actual presidente del CSIC es Emilio Lora-Tamayo, hijo de Manuel Lora-Tamayo, ministro de Educación con Franco y también presidente del CSIC, entre 1967 y 1971.

El franquismo convirtió a España en uno de los países "más subdesarrollados del continente en ciencia", según Castillo

Con la llegada de la dictadura, El origen de las especies de Charles Darwin se convirtió en una obra totalmente prohibida. El ministro Ibáñez Martín incluyó pasajes del Génesis bíblico en algunos libros de Ciencias Naturales. La investigación de la evolución humana, que había empezado a despuntar gracias a la JAE, fue sustituida por Adán y Eva. La paleontología “se retrotraía hasta el Cuarto Concilio de Letrán”, organizado por el papa Inocencio III en el año 1215, según Castillo.

“Hay que reconocer que en esto el franquismo fue pionero: se adelantó decenas de años a la corriente creacionista tan en boga hoy en algunas universidades norteamericanas que afinan la inventiva para introducir sus teorías como avaladas por la ciencia”, ironiza el catedrático emérito.

“La falta de libertad de pensamiento y de expresión durante casi 40 años taró al país y lo convirtió en uno de los más subdesarrollados del continente en ciencia y en cultura general”, sentencia Castillo. El Auditorio de la Residencia de Estudiantes, una de las joyas de la JAE en Madrid y sede de importantes conferencias científicas internacionales, fue demolido parcialmente y se convirtió en una iglesia. “Si de las basílicas romanas surgieron las primitivas iglesias cristianas, por qué de un teatro o cine, en donde se pensaba ir ensuciando y envenenando, con achaques de cultura y de arte, a la juventud española, no puede surgir un oratorio, una pequeña iglesia para que sea el Espíritu Santo el verdadero orientador de esta nueva juventud de España”, escribió tras la Guerra Civil su arquitecto, Miguel Fisac, por entonces miembro del Opus Dei.

miércoles, 8 de julio de 2015

Un consejo científico para asesorar al Gobierno

La Real Academia de Ciencias escribe una carta abierta a "la sociedad española y los partidos políticos" con medidas "encaminadas a mejorar el sistema educativo y científico del país"

Los Estatutos de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales recogen que ésta "tiene por objeto fomentar el estudio y la investigación de las Ciencias (…) y de sus aplicaciones, así como propagar su conocimiento" y que "la Real Academia asesorará al Gobierno en los temas de su competencia, singularmente en los de política científica que pueden tener trascendencia en el desarrollo científico y tecnológico del País". Finalmente, señalan que entre sus funciones está "el despacho de los informes que le sean encargados por el Gobierno y otras Autoridades y los solicitados por Corporaciones privadas o por particulares, cuando por la importancia de los asuntos de que se trate la Academia lo juzgue procedente".

Por ello, considerando que la situación actual es delicada y exige el esfuerzo de todos, la Real Academia presenta una serie de reflexiones y de propuestas e invita a los partidos políticos a discutirlas, con el propósito de potenciar sus programas de gobierno, con medidas encaminadas a mejorar el sistema educativo y científico del país.

Vivimos en un mundo de ciencia y tecnología. La nevera, la electricidad, el agua corriente y la purificación de aguas residuales, los antibióticos, las unidades de cuidados intensivos en los hospitales, los ordenadores y teléfonos móviles, los automóviles, trenes y aviones… son algunos de los posibles ejemplos. Sin embargo, la ciencia y la tecnología no surgen de la nada, sino que son el fruto de grandes inversiones en formación e investigación y del trabajo conjunto de muchas personas, que dedican su esfuerzo a investigar las razones profundas de cómo funciona la naturaleza y también, para convertir ese conocimiento en algo útil para los seres humanos.

En nuestro país las leyes educativas son efímeras y sometidas al continuo vaivén legislativo

De la ciencia y tecnología dependen la creación de puestos de trabajo, el nivel de bienestar, la salud y esperanza de vida y, en general, el progreso actual con el que hace muy poco ni siquiera podía soñarse. En un mundo globalizado estos beneficios se extienden rápidamente, creando puestos de trabajo y riqueza, especialmente para los generadores de estos avances. En este proceso, la creación de conocimiento, la financiación y la comercialización de los resultados desempeñan un papel relevante.

Malas condiciones para competir

Una sociedad que cuida con rigor la educación de sus más jóvenes compite con ventaja. Sin embargo, según ciertos indicadores, relacionados principalmente con la infravaloración de la cultura del esfuerzo, la reducción de contenidos en lengua y expresión verbal, así como en la formación básica científica (matemáticas, física, química, biología, informática, etc.), por un lado, y las carencias en formación de profesorado y en nuevas tecnologías, por otro, sitúan a España en condiciones desfavorables para competir con otros países que han realizado mayores esfuerzos. Nuestro sistema educativo en primaria, secundaria y bachillerato, garantizando la universalidad de acceso, debe mejorar. Esto exige incrementos presupuestarios en Educación, para incentivar y mejorar al profesorado, que valore su esfuerzo, estimule su prestigio profesional y motive la creatividad y la incorporación de nuevas ideas, metodologías y tecnologías en la enseñanza. También se requiere mayor esfuerzo en la recuperación de alumnos con dificultades, y en la mejora del nivel de conocimiento y competencias de los alumnos más destacados, siempre con la colaboración del entorno familiar.

Hay que comprender que la investigación y la educación no son un gasto, sino una inversión muy rentable

La enseñanza universitaria necesita una seria reflexión. Se han producido consecuencias negativas derivadas de una implantación incorrecta y carente de financiación del Plan Bolonia, que deberían corregirse. A diferencia del programa Ciencia 2061 de EEUU de 1986, con vigencia de 75 años, en nuestro país las leyes educativas son efímeras y sometidas al continuo vaivén legislativo. Por otra parte, la proliferación excesiva de centros y de ofertas, hace necesario racionalizar el sistema universitario público para aumentar su calidad y eficiencia, estableciendo conexiones entre las Universidades para facilitar y hacer posible la calidad e innovación. Al igual que en los demás niveles, el profesorado también merece atención especial en su número, formación y selección.

Los niveles de financiación de la educación e investigación en España han sido más bajos de lo deseable y han disminuido con la crisis económica; posiblemente por no haber sido vistos como un medio para superarla. En esto nos diferenciamos de Japón, EE.UU. y de nuestros vecinos de Europa más avanzados, que conocen bien la rentabilidad de cada euro invertido en investigación. La falta de apoyo al sistema de I+D es una de las tareas pendientes.

Los países que, con visión de futuro invierten en innovación, pueden sobrevivir y se benefician de sus resultados con incidencia en el empleo, desarrollo, competitividad y prosperidad. Hay que diferenciar entre subvención (gasto) e inversión y comprender que la investigación y la educación no son un gasto, sino una inversión muy rentable. También es importante el equilibrio entre la financiación de la investigación básica a través de los Presupuestos Generales del Estado y la aportación del mecenazgo, y de la investigación más aplicada y de transferencia de conocimiento; en esta última es en la que debe jugar un papel más relevante la inversión privada. Ello exige una revisión urgente de los beneficios fiscales asociados a ésta última en el sistema de I+D.

La ciencia y la tecnología no surgen de la nada, sino que son el fruto de grandes inversiones en formación e investigación

Es incuestionable que los recursos disponibles, siempre escasos, deben destinarse a proyectos que tengan una sólida justificación en términos coste-beneficio, entendido en un sentido muy amplio, que incluya una valoración de las contribuciones básicas. Son muchas las decisiones tomadas que, por falta de análisis rigurosos, han llevado las inversiones a meras subvenciones improductivas.

Propuestas

Por las razones anteriores, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales recomienda lograr un consenso sobre:

1. Creación de órganos consultivos

1.1. Consejo asesor del Presidente del Gobierno para ciencia y tecnología del que formen parte científicos, ingenieros y empresarios.

1.2. Consejo asesor académico del Gobierno formado por representantes de las Reales Academias y entidades independientes sin ánimo de lucro (fundaciones y sociedades científicas).

1.3. Comisión asesora del Congreso para asuntos de educación y formación, del que formen parte profesores de enseñanzas primaria y secundaria, de formación profesional y de universidad.

2. Reformas estructurales

2.1. Sistema educativo. Incrementar la formación en ciencias, tecnología y matemáticas, potenciando el dominio del inglés. Incrementar la comprensión lectora y la expresión oral y escrita.

2.2. Formación profesional de calidad e innovadora desde hostelería a tecnologías avanzadas.

2.3. Reinventar la Universidad, desde los órganos de Gobierno a los currículos. Potenciar las universidades con mejores resultados.

2.4. Incrementar la financiación en el sistema de I+D, acompañándolo de profundos cambios en la estructura de la universidad, del CSIC, de los campus de excelencia, parques tecnológicos, incubadoras o centros de referencia, etc., y la interacción con la empresa.

2.5. Formación de profesorado a todos los niveles, especialmente en primaria y secundaria.

3. Iniciativas estratégicas

3.1. Internacionales. Potenciar la participación española en los proyectos europeos, así como en las grandes instalaciones y grandes observatorios tanto científicos como tecnológicos.

3.2. Nacionales. Incentivar algunos programas movilizadores ―con incidencia en aspectos formativos, de investigación y empresariales en cuanto a creación de puestos de trabajo y riqueza― de interés nacional prioritario y donde nuestro país ha conseguido una posición dominante en el mercado internacional: piscicultura, ingeniería química, energías renovables, biomedicina, preservación y remediación ambiental, grandes obras públicas o diseños gráficos y moda.

La Real Academia de Ciencias, por su alta cualificación, su inter y transdisciplinariedad, su mestizaje cultural y su tradicional independencia del poder político, económico o mediático, se ofrece, de acuerdo con sus Estatutos, como consultora del Gobierno y del Parlamento de la Nación para el desarrollo de las políticas sobre educación superior y el sistema de ciencia y tecnología.