viernes, 16 de septiembre de 2011

Universitas

Pongo aquí la reseña de una obra encontrada en el blog La ciencia y sus demoniosComenta Manuel: 
Acabo de terminarme un libro titulado “Corrupción en la Universidad” escrito por José Penalva, que cayó en mis manos hace muy pocos días y que he devorado en los subsuelos de Madrid, gracias a que nuestro metro vuela menos de lo que publicita. Este libro explica con un ritmo trepidante la historia de un licenciado en filosofía que accede a la facultad de pedagogía con el fin de realizar una tesis doctoral y enfocar el mundo de la pedagogía con un enfoque completamente distinto al imperante en el departamento que nos ocupa. Aunque el nombre del investigador es mantenido en el anonimato (se emplea un pseudónimo), así como la localización de la facultad y los verdaderos nombres del personal docente y de gestión de la universidad son ficticios, no cuesta mucho saber que el protagonista es el propio autor y todo ocurre en la facultad de pedagogía de la Universidad de Murcia. Y es fácil de enterarse porque este caso ha llegado a los tribunales, y de ahí a la prensa tanto en España como en el extranjero
 
 En este relato, que como digo va a un ritmo vertiginoso, se profundiza en los cortijos departamentales de algunas de nuestras universidades, en el poder de algunos catedráticos, en el triunfo de la endogamia sobre la meritocracia, hasta límites insultantes y en el amiguismo mafioso con el que se maneja la oferta pública de provisión de plazas en los departamentos. Esta es una historia excepcional por el cúmulo de circunstancias que se levantan en contra de una persona, por parte de varios miembros de académicos, tanto de la facultad como del rectorado. Es una situación tan aplastante y asfixiante que resulta difícil de creer. Si no fuese porque este asunto ha acabado en las manos de un juez, por acoso continuado, y en el juzgado se acumulan toda una serie de pruebas documentales (desde cartas a grabaciones) que ha hecho que la denuncia se admita a trámite, lo relatado en este libro sería complicado de creer.

Y digo que parece difícil de creer porque la lectura de este relato nos lleva ante un esperpento de Valle Inclán, demostrándose una vez más que cuanto uno recoge más datos sobre nuestra sociedad, tiende a pensar que las obras de Valle no pueden ser calificadas de obras humorísticas, sino de novelas realistas. Muchos de los casos expuestos en esta obra se dan, si bien lo que parece excepcional es la concatenación de despropósitos sobre una sola persona. El propio Vidal Cuadras, que escribe el prólogo de la obra, está sorprendido, ya que en el área que él conoce más de cerca, las ciencias físicas, también existe endogamia, pero de haber casos como los aquí descritos son excepcionales, no una norma. Pero ni Vidal Cuadras, ni el que el escribe estas líneas, conocemos los entresijos de departamentos de humanidades o de ciencias sociales, y mucho menos el área de Pedagogía, aquella que se supone que dicta los caminos de la enseñanza en nuestro país. Y visto lo visto, así nos va.
Esta obra me trae a la memoria conversaciones que he mantenido con compañeros de penurias académicas. Al igual que el autor de este libro, he tenido la suerte de realizar una ampliación de mi formación en una universidad extranjera. Allí he conocido a muchos españoles en mi misma situación. También he conocido a otros en un amargo exilo como el descrito en esta obra. Con algunos de ellos sigo manteniendo contacto aquí en España. Recuerdo que un día que nos reunimos unos cuantos exiliados, y tras una “terapia de grupo” en la que cada uno contaba sus batallitas libradas durante su vuelta a España y competencia con aquellos que se habían quedado “calentando la plaza”, nos divertíamos imaginando cómo sería un libro que recogiera todas esas experiencias. Al final siempre caíamos en el mismo comentario: “No lo escribas porque nadie se lo va a creer”.

Pero desgraciadamente es para creérselo, y si realmente se quiere cambiar algo, para algo más. En estos momentos la universidad española maneja cifras de endogamia superiores al 90%, y el CSIC, con anterioridad al programa Ramón y Cajal, del 75%; gracias a ese programa esas cifras han mejorado, pero pocos puntos. En muchas universidades de EEUU tras la licenciatura no es posible realizar el doctorado en el mismo centro, y aquellos que alcanzan el grado de doctor tienen que cambiar de centro para ampliar su formación con una estancia posdoctoral. Es una manera drástica de acabar con la endogamia que les funciona muy bien, de tal forma que cuando alguien compite por una plaza permanente no hay un servilismo ancestral que exija derechos adquiridos. Quizás no estemos preparados para algo así, ya que la movilidad exige sueldos que eviten la precariedad, pero anteponer los méritos (resultados de investigación, publicaciones y calidad de la docencia) sobre la antigüedad en un departamento sería un buen comienzo.

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