lunes, 19 de abril de 2010

Universidad Internacional de Verano (Santander). "Aquellos primeros cursos para extranjeros"

Cuando el 23 de agosto de 1932, el Presidente de la República española firmó el Decreto del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, presentado por Fernando de los Ríos, Ministro a la sazón de Instrucción Pública y Bellas Artes, quedó constituido por primer a vez en España un centro para impartir lecciones, concebido como Universidad Internacional de Verano. Tenía como función primordial dedicarse a la enseñanza de la cultura internacional e interregional, sin facultad para expedir títulos profesionales. Se eligió como sede, el Palacio de La Magdalena, antigua residencia de la familia real, desde 1913 hasta 1931, lugar que se habilitó después por la República para el nuevo destino universitario.

Becarios de la Universidad de Sevilla (julio de 1933) 
MADARIAGA DE LA CAMPA, Benito. "La Universidad Internacional de Verano en Santander (1933-1936). 
Guadalajara : Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 981. p.258

Entre los fines que recogía el citado Decreto, uno de ellos era “atraer a los estudiantes extranjeros interesados por las cuestiones españolas, ofreciendo cursos de civilización y literatura españolas, particularmente adecuados a este objeto”. Las enseñanzas se complementaban con los cursos y conferencias generales que se daban, en este último caso, en el Paraninfo y a los que acudían profesores y estudiantes.


Los Cursos para Extranjeros ya existían en España en diversas localidades y gozaban de especial renombre los del Centro de Estudios Históricos de Madrid. Santander tenía, a su vez, una antigua tradición en estos cursos, celebrados durante el verano, que se remontaban a 1900. En 1921 el hispanista E. Allison Peers, de la Universidad de Liverpool, comenzó a traer estudiantes ingleses interesados por el idioma y la cultura españolas. Por su parte, la Sociedad de Menéndez Pelayo proyectó en 1923 sus propios cursos de extranjeros que, con el tiempo, adquirieron difusión europea hasta que la Universidad los incluyó en sus programas estivales. Algunos de sus profesores procedían del Centro de Estudios Históricos y otros eran intelectuales de Santander, de los cuales pasaron unos pocos a impartir después las clases en la Universidad de La Magdalena, como también se la llamó. Son menos conocidos los Cursos de verano en Santander organizados por la Junta Central de Acción Católica en el Colegio Cántabro, en la finca ocupada actualmente por el Hospital Universitario de Cantabria, sede que se inauguró en 1917.Era el Rector de estos cursos el Marqués de Lozoya. La mano ejecutora era el santanderino Angel Herrera Oria, presidente Nacional entonces de Acción Católica. Fue una Universidad paralela a la de La Magdalena y funcionó también hasta 1936 con cursos fundamentales y los especializados en pedagogía, historia y literatura, Derecho, Arte y Música. En su profesorado había conferenciantes en su mayor parte miembros de la jerarquía religiosa o ligados a ella, como José María de Pemán, el P. Nemesio Otaño, José Miguel de Barandiarán, Joaquín de Entrambasaguas, José López Ibor, Pedro Gómez Aparicio, José Barcia Goyanes, Pedro Laín Entralgo e invitados extranjeros de universidades católicas. La relación entre las dos universidades prácticamente no existió y ambas prefirieron ignorarse, aunque no contendieron entre ellas.

Conferencia de Benito Madariaga 
Cronista oficial de Santander
Ciclo de conferencias ‘75 años de la UIMP y Santander’


Los cursos organizados por la Universidad para los extranjeros por la Universidad Internacional tenían lugar en el mes de agosto y estaban dirigidos por Tomás Navarro Tomás, director del Laboratorio de Fonética del Centro de Estudios Históricos y, ya a partir del segundo año, se nombró subdirector al profesor Dámaso Alonso, catedrático entonces de la Universidad de Valencia. Completaban el profesorado los poetas y también profesores Gerardo Diego, Jorge Guillén y el especialista en arte Elías Ortiz de la Torre, así como Ignacio Aguilera, procedente de la Biblioteca y de la Sociedad Menéndez Pelayo. En 1935 intervinieron el escritor José María de Cossío y Enrique Lafuente Ferrari, también especialista en arte. En el verano de 1936, último curso de la Universidad, a causa de la Guerra civil, no se celebró el destinado a los extranjeros.
Los temas desarrollados fueron casi siempre los mismos durante los tres años, a saber: aspectos gramaticales de la lengua española, cuestiones fonéticas, comentarios gramaticales de textos y reseñas históricas de arte español y lecciones sobre música española. Estos y otros temas iban acompañados de ejercicios de fonética, prácticas de vocabulario y de traducción, composición y transcripción fonética. Los alumnos podían, además, como hemos dicho, escuchar conferencias de temas generales e, incluso, ampliar los conocimientos hablando luego con los profesores. El primer Rector de la Universidad fue Ramón Menéndez Pidal y durante los tres siguientes el célebre físico Blas Cabrera.
El ambiente en ella para los alumnos extranjeros era francamente acogedor debido a la presencia de profesores de diversos países que la frecuentaban y a la singular y bella panorámica que se observaba desde La Magdalena. Especial interés pedagógico tenían las tertulias y reuniones de profesores y alumnos en las horas de descanso, que se aprovechaban para formular preguntas, aclarar dudas e intercambiar información bibliográfica. La hora del café y los paseos por el Parque eran los momentos más apropiados para la vida coloquial. Ignacio Aguilera recuerda el buen estilo de aquellas relaciones entre profesores y alumnos. La elegancia espiritual de aquella Universidad, de ningún modo clasista, llamaba la atención de los extranjeros que la visitaban. En el primer año se matricularon en el Curso para Extranjeros 121 alumnos, 124 en el segundo y un número aproximado como el anterior en 1935. Entre las actividades complementarias estaban las competiciones deportivas, las excursiones y la audición y representaciones de canciones y danzas populares. Los lugares escogidos para las excursiones fueron los bellos pueblos de Comillas, San Vicente de la Barquera y Santillana del Mar y las visitas a la cueva de Altamira y al pueblo de Tudanca, donde tenía su casa solariega el escritor José María de Cossío, Casa-museo donde se conservan manuscritos de García Lorca, Alberti, Gerardo Diego, Aleixandre, Gregorio Marañón y de una gran parte de los poetas de su tiempo. La biblioteca contiene 25.000 volúmenes. Después de la de Menéndez Pelayo es uno de los lugares singulares que debe conocer el alumno extranjero que se interese por nuestra cultura. Yo les he recomendado siempre su visita a los extranjeros que nos visitan por su contenido bibliográfico de Revistas literarias poéticas y libros sobre temas taurinos, así como por el bello entorno de montañas que la circunda.
Quizá ustedes se pregunten por qué se eligió Santander para establecer la Universidad Internacional y por qué fue la ciudad que los extranjeros preferían para sus estudios de la lengua y cultura españolas. En primer lugar, por su temperatura agradable en la época estival, en contraposición con los calores de Madrid, que había que soportar en el Centro de Estudios Históricos. Por ello Santander fue la ciudad elegida como lugar de veraneo por políticos, artistas y escritores. Los estudiantes, además de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, podían visitar entonces “San Quintín” la finca en que vivió y escribió el novelista Pérez Galdós gran parte de su producción literaria. Pero también por ser una localidad próxima por tierra y mar con Europa y, sobre todo, por el hecho de ser la provincia en todo el norte de España donde se habla un castellano sin bilingüismo. Era entonces, como sigue siéndolo hoy, una ciudad pequeña, cómoda para vivir, dotada entonces de bibliotecas bien surtidas y con una provincia rica en monumentos históricos y parajes de una gran belleza natural.
Por otro lado diremos que nacía bajo el signo de la Institución Libre de Enseñanza y que fue, en cierto modo, un centro más de los fundados por la Junta para Ampliación de Estudios.
Parece también obligado que nos preguntemos por qué estudiaban los extranjeros nuestra lengua y cultura. Unos con fines exclusivamente comerciales, otros por conocer las principales obras de la Literatura española e Hispano americana y la mayoría con objeto de ser profesores del idioma español y servir de propagadores en sus respectivos países en las diversas áreas de Literatura, Historia y Arte. Los hispanistas son nuestros auténticos embajadores en el mundo por ser apasionados defensores de nuestras costumbres y formas de vida.
Pero volvamos a los estudiantes extranjeros, preferentemente europeos de aquella primera época en que pudieron conocer y escuchar entonces a destacadas figuras de la intelectualidad española, como Xavier Zubiri, José Ortega y Gasset, Salvador de Madariaga, Hugo Obermaier, Gregorio Marañón, María de Maeztu, José Montesinos, Américo Castro, Miguel de Unamuno, Manuel García Morente, Zubiri y también profesores de otros países como era el caso de J. Huizinga, de la Universidad de Leiden, Ezio Levi d’Ancona, de la Universidad de Nápoles o Marcel Bataillon, de la Universidad de Argel. Asimismo pudieron hablar en sus propias lenguas con los profesores franceses, italianos e ingleses que explicaban los cursos de Humanidades modernas para los españoles.
La Universidad patrocinó los cursos Especiales de la casa de Salud Valdecilla que ya existían anteriormente en Santander y que se celebraban sobre temas diversos, contando con los jefes de servicio de la docta Casa. Aparte estaban los de Medicina organizados por la propia Universidad en los que intervinieron personalidades como Santiago Pi y Suñer, Navarro Martín, Sánchez Lucas, Luis Calandre y profesores procedentes del extranjero.
Un aliciente más de aquellos cursos fueron las representaciones de los estudiantes universitarios de “La Barraca”, agrupación teatral dirigida por Federico García Lorca que puso en escena obras clásicas de Cervantes, Lope de Vega y Calderón. En su primera función, el 15 de agosto de 1933 representaron los Entremeses de Cervantes “Los dos habladores”, “La guarda cuidadosa” y “La cueva de Salamanca”. La segunda representación tuvo lugar dos días después con “Fuenteovejuna” de Lope de Vega y la última, al día siguiente, con “La vida es sueño “, de Calderón.
En unas declaraciones en el primer número de la Revista de la Universidad Internacional de Santander, que sería interesante reeditar, Lorca aseguró no cobrar nada por sus funciones de director y cómo era su deseo “que surgieran en España muchos grupos universitarios que formaran otras tantas Barracas”. También aludió a la gran acogida y ambiente favorable encontrado en sus desplazamientos por diversas localidades de España. “Todo esto- añadía- a pesar de las imputaciones canallescas de los que han querido ver en nuestro teatro un propósito político. No; nada de política. Teatro y nada más que teatro”. Esto es cierto, ya que en la Universidad Internacional no se hizo nunca política, que no aparecía en sus declaraciones ni en los programas, aunque algunos profesores, como en el caso de Fernando de los Ríos, tenían una militancia en el partido socialista.
Al margen de sus funciones de director de “La Barraca”, García Lorca mantuvo durante aquellos días constantes relaciones con sus amigos profesores en los Cursos de la Universidad, entre los que se encontraban Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Jorge Guillén y Pedro Salinas. Pero la Universidad santanderina le ofreció también la oportunidad de reunirse con sus amigos el diplomático chileno Carlos Morla, que veraneaba en el pequeño pueblo de Somo cercano a Santander, así como con Herschel BricKell, Regino Sainz de la Maza, Jean Prévost y Marcelle Auclair. Entre los amigos que acudieron a saludarle se hallaba José María de Cossío que, según costumbre inveterada, veraneaba en su casona de Tudanca, de la que fue Lorca invitado. Como recuerdo de aquel encuentro, al que asistieron todos los componentes de la agrupación teatral, se conserva en la casona, enmarcado, el distintivo de “La Barraca” con la siguiente dedicatoria: ” Al gran José María de Cossío, los barracos de La Barraca, el día de su nombramiento de barraquito honorario-1933-agosto”. A continuación pusieron sus firmas todos los asistentes empezando por su director.
En el segundo verano de 1934 volvió a actuar “La Barraca” y estando aquí conoció Lorca la noticia de la muerte de su amigo el torero sevillano Ignacio Sánchez Mejías a causa de la cogida por un toro, sufrida en la plaza de Manzanares, en Ciudad Real. El día del fallecimiento, el 13 de agosto, representaba “La Barraca” en la Universidad “Egloga de Plácida y Victoriano” de Juan del Encina y “El retablo de las maravillas” de Cervantes. Sobreponiéndose a su triste estado de ánimo, se dirigió al público con unas palabras en las que destacó que los estudiantes de “La Barraca” tenían mucho gusto y alegría de trabajar en esta Universidad y saludaban a los compañeros y a los estudiantes extranjeros”.
Resulta curioso observar cómo el poema de Lorca “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” recoge aquellas primeras impresiones sobre su traslado en estado grave, el momento de las curas y la presentación de la gangrena, tal como las había recibido a través de la prensa. El poeta fue siguiendo las incidencias del proceso que se quedaron grabadas en el subconsciente. El poema manuscrito fue regalado a José María de Cossío en mayo del año siguiente con esta dedicatoria: “A mi queridísimo José María: Esta es la verdadera y única dedicatoria que le hago en el recuerdo y el amor de nuestro Ignacio”.
Ese segundo verano vino invitado a la universidad Miguel de Unamuno que permaneció diez días y comentó y dio lectura a su drama inédito “El Hermano Juan ” basado en el personaje del don Juan y el donjuanismo. Durante esos días escribió Cuaderno de La Magdalena con poemas y comentarios desde este lugar de Santander.
A finales de agosto de 1934 Gerardo Diego intervenía en los cursos para extranjeros, junto con Dámaso Alonso y Tomás Navarro Tomás. Gerardo Diego, que primero había hablado del “Desarrollo histórico de la Literatura española hasta el siglo XX”, hizo lo mismo sobre la música española refiriéndose a los compositores Pedrell, Albéniz, Granados y Falla. Sus interpretaciones al piano, igual que hacía García Lorca, fueron un atractivo más para aquellos estudiantes extranjeros que iniciaban su primer contacto con la cultura española.
En Santander, en estos años de la República hemos visto como tuvo lugar el reencuentro en Santander de parte de los componentes de la llamada Generación del 27. Eran estos los ya citados Pedro Salinas, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, José María de Cossío y Federico García Lorca. Rafael Alberti no coincidió con ellos en la Universidad, pero había estado en el pueblo Tudanca en 1924 y 1928 dejando un rastro de amigos y recuerdos que recogió después en sus Memorias. Años más tarde, Guillén trasmitía así la impresión de los reencuentros de todos ellos en diversas ciudades con motivos literarios: “Mi nostalgia de aquellos días se complace en rememorar los coloquios entre aquellos amigos. Eramos amigos, y con una comunidad de afanes y gustos que me han hecho conocer por vía directa la unidad llamada generación”.
El mayor en edad de todo el Grupo poético era Pedro Salinas. Alberti le retrata como un hombre extrovertido, conversador y muy madrileño, a pesar del aire distinguido que le había dado su estancia en Cambridge. Antes de ser nombrado Secretario de la Universidad, había participado en 1930 en los cursos de verano de la Sociedad Menéndez Pelayo. El profesor Enrique Canito, auxiliar entonces de la Secretaría, nos ha trasmitido lo que significó el trabajo en torno a la figura de Salinas: “Había sabido huir de puestos más o menos significativos, pero pingües, de organismos internacionales y en cambio se aplicó con su talento en cuerpo y alma a la organización de los cursos de verano, que suponía para él una prolija dedicación durante el invierno, a la que consagró su actividad en la doble vertiente intelectual y administrativa”.
En cambio, Jorge Guillén, al decir de Carlos Morla, era un vallisoletano agudo, fino, contenido, pálido y alto, con lentes que transparentaban unos ojos pequeños, penetrantes, capaces de delinear, de hacer precisa la más confusa nebulosa”. En los años precedentes había colaborado como poeta en la revista Carmen y en la Revista de Santander. Estando en Oxford en 1930 se prestó a hacer propaganda entre los alumnos ingleses de los cursos de verano de la Sociedad Menéndez Pelayo y él mismo aceptó formar parte del profesorado al año siguiente en que explicó a los alumnos de la Sociedad Menéndez Pelayo la poesía clásica española. Después habría de figurar también entre los profesores seleccionados por el Centro de Estudios Históricos en los cursos para Extranjeros organizados ya, como hemos dicho, por la Universidad Internacional de Verano. Participó en los de 1933,1934 y 1935. En 1934 sabemos que veraneó con su familia en la fonda “Villa Matilde” en el pueblo de Somo. Aquellos años dejaron un imperecedero recuerdo en Jorge Guillén, quien en sus últimos años, ya anciano, evocaba gratamente desde Málaga aquellos tiempos felices en que leía poemas a los alumnos, en el verano, a la sombra de los pinos de La Magdalena.
Compañero suyo en los Cursos de Extranjeros fue Dámaso Alonso al que Alberti retrata como un hombre erudito, dotado de una memoria prodigiosa y del que dice que le acomplejaba su figura baja y rechoncha. En estos mismos cursos intervinieron los escritores Gerardo Diego y José María de Cossío. Del primero nos trasmitió también Alberti la impresión que le hizo cuando le conoció: “Desde aquel día-escribe- vi a Gerardo como ya lo vi siempre: tímido, nervioso, apasionado, contraído, raro y alegre a su manera, con algo de congregante mariano, de frailuco de pueblo”.
José María de Cossío fue en Santander el anfitrión de todo aquel grupo de amigos que les mostró su ya entonces Casa-museo de Tudanca con libros, recuerdos y manuscritos. Aquí preparó su estudio sobre la obra literaria de Pereda, editado en 1934 y en este mismo año publicó también Romancero popular de la Montaña, escrito en colaboración con Tomás Maza Solano. Hombre de muchas lecturas, aparte de ser también poeta, su mayor consideración estaba como crítico literario y especialista taurino. Es precisamente en estos años de la República cuando publica sus primeros libros, si bien ya habían aparecido poemas suyos en el suplemento literario del diario La Atalaya de Santander y diversas colaboraciones en Verso y Prosa y en la Revista de Occidente. Cossío y Gerardo Diego, como personajes ligados a Cantabria, tuvieron una gran actividad durante los veranos en que Santander se convertía en lugar de cita al que acudían los hombres que regían el pensamiento, como dijo Blas Cabrera. Pero, además, ambos gozaban de un gran prestigio como escritores. Gerardo, uno de los que tenía mayor número de publicaciones, había obtenido con Alberti el Premio Nacional de Literatura en 1924 y había sido el creador de la revista poética Carmen.
Gozaba de una consideración especial dentro del Grupo, Federico García Lorca, hombre de carácter abierto y de fácil diálogo, protagonista siempre en cualquier reunión. José Antonio Rubio, Secretario adjunto de la Universidad y compañero suyo en la Residencia de Estudiantes dice que era “como una fuerza desbordada de la naturaleza y todo un fenómeno de simpatía, vitalidad e imaginación”. El verano de 1935 fue el último que pasó en Santander. Con “La Barraca” representó el 19 de agosto Fuenteovejuna que la prensa calificó de “triunfo excepcional”. Al día siguiente, el poeta recitó algunos poemas suyos de Canciones y del Romancero gitano y por primera vez en Santander “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, escrito el año anterior. Fue una pena que en 1936, debido a la no asistencia de alumnos extranjeros a causa de haberse declarado en España la fratricida Guerra civil, no se celebrara el Curso para Extranjeros. De haber sido así y de haber venido “La Barraca” es posible que Lorca hubiese salvado la vida.
En los últimos días de julio fondearon en el puerto de Santander diversos buques de guerra de nacionalidad francesa, alemana e inglesa, que fueron como una señal de lo que se avecinaba. Entre ellos estaba el acorazado norteamericano Oklahoma en el que se embarcó Pedro Salinas desde Bilbao para dar un curso sobre literatura española en los Estados Unidos.
El final de los cursos del 36 obligó a organizar la salida de profesores y alumnos que cayó en manos de una comisión formada por Blas Cabrera hijo, el Dr. Urtubi y Augusto Pérez-Vitoria. El 3 de septiembre se autorizó la marcha hasta Francia, siempre que los evacuados regresaran a zona gubernamental. En coches y por tren se dirigieron a Bilbao y luego a San Sebastián, a donde llegaron tras la toma de Irún por las tropas franquistas. Hubo, sin embargo, una despedida desagradable y fue que seis alumnos a que estaban detenidos no se les autorizó su salida, pese a los ruegos de varios profesores, pero como dice Pérez-Vitoria: “Todos, absolutamente todos los profesores se preocuparon constantemente de los detenidos y fueron varias veces visitados por José Antonio Rubio, Francisco Hernández Pacheco y otros. Pero no se pudo resolver la triste situación. Fernando Chueca-Goitia lo recuerda así: “Don Blas Cabrera no quiso abandonar Santander mientras alguno de sus estudiantes estuviese preso”. Incluso Gaos, entonces secretario, de acuerdo con el fiscal, redactó un recurso que firmó Cabrera exculpando a los alumnos y respondiendo por ellos. Se reunió el tribunal y se denegó la excarcelación y luego fueron asesinados en la matanza del barco prisión “Alfonso Pérez”.
Por su parte, los intelectuales de la llamada tercer España y los que se vieron amenazados o los que no participaron de una mentalidad republicana se exiliaron voluntariamente. Este fue el caso de Ramón Menéndez Pidal, de Pío Baroja, Gregorio Marañón, Juan Ramón Jiménez, Pérez de Ayala, y Ortega y Gasset. Obermaier perdió su cátedra en España, Lorca fue asesinado en su querida Granada y su compañero Rafael Rodríguez Rapún murió el 18 de agosto de 1937 en el hospital militar de Santander como consecuencia de las heridas sufridas combatiendo, como teniente, en el frente del Norte al lado de la República. El hispanista Ezio Levi, profesor de la Universidad Internacional, fue perseguido en Italia después durante la Guerra mundial por su origen judío. Otros sufrieron detenciones o murieron también por mantener una mentalidad conservadora de derechas. Se había perdido el encanto del Paraíso que había conocido el profesor Karl Vossler, Rector de la Universidad de Munich, cuando escribió estas palabras en 1933: “Hay en todos los pueblos unas antiguas leyendas sobre islas encantadas donde se refugian la Concordia, la Paz, la Hermosura y la Verdad y viven las utopías e ideales del anhelo humano. Me parece haber llegado a una de ellas estando aquí entre sabios, eruditos y estudiantes de todas las naciones, reunidos para cultivar las ciencias naturales e históricas por un libre y generoso intercambio de sus ideas, teorías y doctrinas”.
Terminado el curso último y ya en plena guerra, el Palacio se utilizó como hospital y las caballerizas como campo de concentración de los detenidos republicanos y en el verano de 1940 se instaló en el Palacio el Albergue Universitario creado por la Jefatura Nacional del SEU para la preparación de sus mandos. Después, la reanulación de la Universidad, ya con el nombre de Menéndez Pelayo, es otra historia y otra conferencia. Muchas gracias.

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