lunes, 6 de junio de 2016

36a Milicias

Es uno más de los muchos desfiles en los que los niños aparecen como protagonistas. [En construcción]

Aunque no existe una relación directa con la obra de Kenzaburo Oé merece recordar que su primera novela Arrancad las semillas, fusilad a los niños esta dedicada a narrar las vivencias de quince adolescentes de un reformatorio, evacuados en tiempo de guerra a un remoto pueblo de montaña, cuyo alcalde cree que hay que suprimir a los revoltosos «desde la semilla». El narrador, que es el cabecilla de la banda, su hermano pequeño y sus colegas son todos delincuentes marginados, temidos y detestados por los campesinos del lugar.  En la obra prima la perspectiva del niño como narrador. En su escritura no hay espacio para algo bueno en la tierra donde sólo yacen cadáveres de personas y de animales. Los niños son abandonados a su suerte. Es una obra desgarradora por la dureza de sus descripciones y en la idea de que el mayor enemigo es la propia sociedad que desconfía de ellos y que opta por deshacerse de su presencia. Cuando se declara una epidemia, los habitantes del pueblo los abandonan y huyen, encerrándolos dentro del pueblo vacío; el breve intento de los chicos de construirse una vida autónoma de dignidad, amor y valor tribal, como reacción a la muerte y a la adulta pesadilla de la guerra, está condenado inevitablemente al fracaso. Entre ellos aparece la figura de un desertor que juega un papel importante en el desenlace, como el de la niña víctima de la peste. El giro que adopta el guión tras el regreso de los habitantes de la aldea deja entrever algo del perverso sino al que están condenadas la sociedades en medio de la guerra.  

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